El sábado 20 de abril hemos presentado en el Salón de Actos de la Mancomunidad Alto Águeda la Autobiografía de D. Domingo Sánchez, que él tituló “Historia vulgar algo novelesca de un naturalista médico español”. Realizó la presentación José María Andrés.
Desde que echó a andar la
Asociación Amigos del Castro de Irueña hemos tenido clara la necesidad de dar a
conocer la figura de D. Domingo Sánchez. En primer lugar, porque con sus
excavaciones en el Castro de Irueña de los años 30 del siglo pasado, ha permitido
que en la actualidad podamos ver restos importante en el yacimiento, y sobre
todo porque fue un ilustre naturalista, antropólogo y eminente investigador del
sistema nervioso de los invertebrados, ampliamente reconocido a nivel
internacional, aunque apenas recordado en su amada España y bastante
desconocido en su pueblo natal.
Buscando información sobre él, encontramos
breves reseñas biográficas que incluían algunos de sus trabajos histológicos. En
una de esas búsquedas la fortuna nos llevó a una web de Panamá (www.gorgas.gob.pa) que tenía un apartado
dedicado al “Museo de Antropología Médica-Forense,
Paleopatología y Criminalística. Profesor Reverte Coma” de la Universidad
Complutense de Madrid”, creado por el Dr. José Manuel Reverte Coma, quien trabajó
como becario en el laboratorio del Instituto Cajal, cuando D. Domingo ya era
octogenario.
En el apartado de Biografías de
esa web aparece D. Domingo. El Dr. Reverte Coma cuenta que le encantaba hablar
con D. Domingo por sus inagotables historias en el lejano oriente y comenta que
seguramente esto influyó en su futuro porque pocos años después él también estuvo
bastantes años recorriendo los 5 continentes. Termina diciendo que años más
tarde recibió todo su archivo, manuscritos, correspondencia, notas y sus
maravillosos dibujos junto con la autobiografía, que tenía previsto publicar.
Para contactar con el Dr. Reverte
Coma el único medio que tenía era a través de su Museo. Me puse en contacto con
el director, José Antonio Sánchez, quien me dijo que el Dr. Reverte Coma tenía
94 años y se encontraba en una residencia. Me dio la dirección y el teléfono y
cuando llamé me dijeron que por la ley de protección de datos no me podían
poner en contacto con él e incluso al final me dijeron que ya no se encontraba
allí.
Decidí entonces escribir una carta
postal enviándola a la residencia a la atención del Dr. Reverte Coma. Esto fue
a finales de septiembre de 2016.
En diciembre recibí la respuesta,
también por carta postal, del Dr. Reverte que decía que los documentos que
recibió de D. Domingo los entregó en el Instituto Cajal y que estaba
corrigiendo la autobiografía, que tenía muchísimos errores, pero por sus
problemas en la vista le estaba ayudando una hija suya. Le respondí con un
correo electrónico a la dirección que ponía en la carta ofreciéndole mi ayuda
si lo consideraba necesario.
No tuvimos más noticias y a
finales de 2017 retomamos el tema del libro. Entonces vi la noticia del
fallecimiento del Dr. Reverte, que se había producido en mayo de ese año.
Parecía que todo se había ido al garete, de manera que escribí un correo
electrónico al director de su Museo preguntándole si podía ponernos en contacto
con algún hijo o familiar del Dr. para preguntarle cómo estaba el tema del libro
de D. Domingo.
Curiosamente a los dos días recibí
un correo electrónico de su hijo Francisco, quien me dijo que su mujer es de
Villavieja de Yeltes y pasan allí la segunda quincena de agosto, que podía
entregarnos la maqueta del libro para que nosotros, si lo creíamos conveniente,
termináramos la corrección y lo publicáramos.
En agosto, cuando vino a
Villavieja, me llamó y el día 23 fuimos Chema Sánchez y yo para recoger la
maqueta. Me enseñó la factura que su padre había abonado a la imprenta por la
maquetación y me dio la dirección de la misma.
Hasta septiembre no pude
contactar con la imprenta. Me dieron las tarifas de impresión según el número
de ejemplares que se encargaran y buscamos la forma de financiación, porque los
fondos de la Asociación son reducidos. El Ayuntamiento dijo que podía colaborar
y al mismo tiempo gestionó la participación de la Diputación de Salamanca, de
modo que, con la aportación de ambas instituciones, lo que había abonado el Dr.
Reverte a la imprenta (los hijos dijeron que lo que su padre pagó, pagado
estaba), y nuestra aportación hemos conseguido que la Autobiografía de D.
Domingo esté a disposición de quienes quieran leerla y disfrutarla.
Queremos agradecer esta
colaboración económica al Ayuntamiento de Fuenteguinaldo, a la Diputación de
Salamanca y a los hijos del Dr. José Manuel Reverte Coma.
A mediados de septiembre vine al
pueblo y junto con Domingo Neto hablamos con Mercedes, sobrina-nieta de D.
Domingo, que nos enseñó varios diversos objetos que tiene, entre ellos, la
autobiografía manuscrita, de modo que la fotografié página a página y ha sido
fundamental para subsanar muchos errores tipográficos que tenía la maqueta, que
de otro modo no hubiera resultado fácil.
Una vez más la fortuna acudió a
nuestro encuentro.
*
* *
En su autobiografía D. Domingo
nos deja una visión de cómo era la vida en el último cuarto del siglo XIX y la
primera mitad del XX. Hay que destacar que estudió gracias al empeño de su
madre. Las condiciones de vida en aquellos años apenas permitían a las familias
sobrevivir, pero su madre, una mujer ilustrada que leía diferentes libros a las
vecinas en los seranos, estaba decidida a que sus hijos estudiaran y lo
hicieron dos de ellos. D. Domingo, por su parte, asumió la responsabilidad de
corresponder al esfuerzo de la familia y además de estudiar, ayudaba en casa en
las tareas del campo durante las vacaciones.
D. Domingo comenzó a estudiar con
el cura del pueblo y después de su paso por el Seminario de Ciudad Rodrigo, hizo
el bachillerato en Ávila y la licenciatura de Ciencias Naturales en Madrid.
Por cierto, su intención era
matricularse en Ciencias Físico-Matemáticas, pero los amigos, a los que encargó
que lo matricularan, lo hicieron en Ciencias Naturales. Él creyó que se habían
equivocado, pero le respondieron que no se habían equivocado “que lo hicieron porque los matemáticos suelen adquirir un carácter taciturno,
a veces raro, y vivir abstraídos, aislados de sus amigos, quienes a menudo se
ven privados de la satisfacción que proporcionan los ratos de agradable
conversación y compañía”.
Justo antes de terminar la
Licenciatura uno de sus profesores, D. Ignacio Bolívar, les dijo que estaba
disgustado porque después de haber conseguido crear una plaza de Colector zoológico en Filipinas, no
había ningún naturalista que quisiera desempeñarla. D. Domingo, sin pensarlo
mucho, se ofreció a ocupar la plaza con la condición de que le permitiera
terminar la carrera de Ciencias Naturales.
Unos meses después, en agosto de 1885, embarcó hacia
Filipinas comenzando una aventura similar a las que tantas veces había leído en
las novelas de Julio Verne y Mayne Reid, sus novelistas favoritos.
En Filipinas, adonde llegó con casi 25 años, se dedicó a
recolectar especies de animales y plantas, realizando su clasificación
correspondiente. Del contacto con los nativos comenzó a interesarse por la
antropología, estudiando sus costumbres y modos de vida, llegando incluso a
hacer mediciones antropométricas.
Realmente fue un aventurero, incluso expuso su vida en
varias ocasiones, sobre todo cuando contrajo las viruelas. Estuvo al borde de
la muerte, tan grave, que hasta llegaron a publicar la noticia de su
fallecimiento. En otra ocasión, ante la tardanza de su regreso de una
expedición a la que le acompañaban un grupo de ladrones que había contratado,
también lo dieron por muerto y cuando llegó al pueblo de vuelta le iban a decir
una misa de funeral, a la asistió y llamó “misa
de cuerpo presente oída por el mismo interesado”.
A su regreso a España, en 1899, pasó una época de
penurias. Tuvo que dejar a la familia en Fuenteguinaldo y se fue a Madrid a
terminar la carrera de Medicina que había empezado en Manila. Durante esos años
trabajó como Ayudante 2º en el Museo de Ciencias Naturales y dando clases
particulares. Una vez terminada la carrera, con casi 40 años, ejerció la
medicina. Entró en contacto con Santiago Ramón y Cajal, que ya era una
eminencia, en el Laboratorio de Histología y Anatomía de la Facultad de
Medicina. A partir de entonces, 1901, comenzaría una fructífera relación entre
ambos en el campo de la investigación de los tejidos nerviosos. Don Domingo se
centró en el sistema nervioso de los invertebrados.
Don Domingo y Cajal tenían bastante en común,
quizá por eso sintonizaron tan bien y pudieron compartir investigaciones durante
más de 30 años.
Hay que destacar que ambos eran verdaderos
artistas, no hay que más que ver los dibujos que hicieron del sistema nervioso
y de las diferentes células a lápiz o a plumilla.
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El interés por la antropología iniciado en Filipinas
continuó posteriormente y D. Domingo fue cofundador de la Sociedad Española de Antropología,
Etnografía y Prehistoria y en las reuniones de la Sociedad le preguntaban por
lo que había en su pueblo, en Irueña, y comenta:
“Mas como yo, a pesar de ser del pueblo y haber estado
allí algunas veces en mi juventud, tenía muy escasos o incompletos
conocimientos, me sentía algo desairado, cuando no en ridículo y juzgué
conveniente evitar esa enojosa situación. Al efecto solicité de la Junta
Superior de Excavaciones autorización para practicar allí excavaciones”.
Fruto de esas excavaciones es lo
que actualmente está visible: el Palacio y la Calle. Lamentablemente no hemos
podido encontrar todavía la memoria de las excavaciones que entregó, según él
mismo indica, el día 6 de julio de 1936. Esa memoria contenía una descripción
exhaustiva de los trabajos realizados con fotografías, dibujos y planos de la
excavación.
También cita la publicación de
dos trabajos sobre Irueña que no hemos conseguido localizar:
“También he desarrollado, particularmente
después de terminada la guerra, alguna actividad en cuestiones antropológicas.
En la sesión del 25 de octubre de 1939 fueron presentados a la Sociedad
Española de Antropología, Etnografía y Prehistoria, dos trabajos míos derivados
de mis excavaciones realizadas en Irueña, antes mencionadas.
Uno de ellos: La
escultura granítica zoomorfa de Irueña (con 5
figuras) describe una de las esculturas de piedra de época ibérica, acaso
ejemplar único, llamada por las gentes del pueblo La
yegua, aun cuando por ninguno de sus caracteres puede referirse a
una figura animal. Sobre este tema realicé en la Sociedad una conferencia el 26
de marzo de 1941.
El otro trabajo: Los
antiguos habitantes de Irueña (con 36
figuras) da idea de los distintos pueblos que vivieron sucesivamente en aquel
poblado desde los iberos hasta nuestros días”.
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En 1922 se publicó su más
sensacional descubrimiento, el trabajo “Investigaciones sobre la histólisis de los centros
nerviosos de algunos insectos y su influencia en las metamorfosis”, pero este éxito quedó eclipsado por la
enfermedad y muerte de su hijo Ángel el 23 de mayo de 1923, con 22 años,
doctor en Ciencias Naturales y a punto de acabar la carrera de Medicina.
Pero llegó el año 1934, “año funesto en el que la
desgracia me ha asestado los golpes más terribles y dolorosos de mi vida”.
En julio murió, a los 30 años, su
hija Encarnita, doctora en Ciencias Naturales y Farmacia, que era su esperanza
para continuar sus trabajos de investigación y unos meses después, en octubre,
murió su admirado y querido maestro D. Santiago Ramón y Cajal.
A pesar de esos contratiempos,
continuó acudiendo diariamente al laboratorio casi hasta el final de su vida.
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D. Domingo había decidido escribir
su biografía hasta los 75 años, pero a los 82 años escribe un epílogo en el que
hace un repaso de los años de la Guerra Civil. Tenía previsto ir el 20 de julio
de 1936 a Fuenteguinaldo para pasar las vacaciones, pero dos días antes empezó
la Guerra Civil y tuvo que permanecer los tres años que duró en Madrid. Durante
esos años él y su familia pasaron verdaderas calamidades, como el resto de los
madrileños.
Quiero citar dos reflexiones que
hace en el epílogo que a pesar del tiempo pasado las podría hacer también ahora:
Sobre la Guerra Civil:
“Los acontecimientos de que vengo haciendo
mención causaron en mi ánimo deplorable efecto. En algunos momentos me sentía
desfallecer pensando en la ineficacia y el desdén con que suelen acogerse en
nuestra patria los resultados de la paciente labor científica y el fracaso, al
menos aparente, de la civilización y la cultura. Si después de tantos siglos de
trabajos, de tantos esfuerzos de inteligencia, no hemos llegado a resolver los
conflictos más que a tiros y cañonazos, podríamos preguntar: ¿Para qué sirven
la inteligencia, la razón, la cultura, la civilización? ...”.
Sobre la II Guerra Mundial:
“A pesar de haber perdido casi por
completo mi antiguo optimismo, abrigaba la esperanza de que la humanidad
reflexionara modificando el criterio de destrucción, de odio, ambiciones y venganzas que parecía dominarla por otro
basado en un espíritu de convivencia amistosa, de tolerancia mutua, de justicia
más o menos pacífica. Pero también esa esperanza, esa última esperanza,
podríamos decir, está fracasando. La humanidad sigue odiándose, aborreciéndose.
Aun cuando no falten personas amantes de la paz, la concordia y la fraternidad,
entre las cuales creo encontrarme, el sentir general parece ser muy distinto.
Entre las gentes directoras de las masas humanas parece dominar la ambición, la
crueldad, la envidia, la falta absoluta de caridad.”
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El 29 de marzo de 1944, se dictó por el Ministerio de Educación Nacional
una orden publicada en el Boletín del Estado del 13 de abril concediéndole el
ingreso en la Orden Civil de Alfonso X el Sabio con la categoría de Encomienda
con placa.
El 23 de junio de ese año el Ayuntamiento de
Fuenteguinaldo aprobó su nombramiento como hijo predilecto y la realización de
un homenaje que tuvo lugar el 24 de septiembre de 1944.
La última fecha a la que hace referencia en
su biografía es el 19 de diciembre de 1945, inauguración del Museo de Don Santiago Ramón y Cajal, por lo que debió
terminar de escribir el manuscrito pocos meses antes de su fallecimiento, el 4
de enero de 1947, a los 86 años.
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Para terminar, quiero destacar y
agradecer el interés, trabajo y esfuerzo que puso el Dr. Reverte Coma para que la
autobiografía de D. Domingo fuera publicada, al final hemos terminado lo que él
empezó.
Porque haciendo honor al espíritu
aventurero de D. Domingo, podemos decir que la publicación de su Autobiografía
también ha sido una aventura, por los avatares que ha seguido y del mismo modo
que ya está impresa, pudo quedar en un cajón olvidada para siempre.
NOTA: Se ha respetado en el texto
el estilo y la ortografía de la época en que la escribió, a pesar de que la RAE
ha modificado posteriormente algunas reglas.
(Fotos de la presentación)
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