viernes, 8 de abril de 2016

Domingo en Irueña

ARTÍCULO PUBLICADO EN NOVIEMBRE DE 1992 en el número 2 de BAM, revista de información cultural de la Asociación de Amigos del Museo de Salamanca.


DOMINGO EN IRUEÑA 
Nicolás Benet

La sección de Arqueología de BAM ofrece en esta ocasión un documento inédito hasta la fecha sobre los inicios de la actividad arqueológica en la provincia, tan sólo conocido por aquellos esporádicos visitantes del castro de Irueña (Fuenteguinaldo) que, por interés profesional o simple curiosidad, se han puesto allí en contacto con D. Domingo Sánchez, sobrino y tocayo del eminente científico que, en los años 30, despertó las investigaciones de campo en los castros de la provincia.

D. Domingo Sánchez —sobrino— nos ha permitido sacar copias fotográficas —es obligado manifestar por ello nuestro profundo agradecimiento— de los anáglifos que conserva de las dos campañas dirigidas por su tío en 1933 y 1934. Se trata de placas estereoscópicas que, tomadas y vistas a través de un verascopio, obtienen una imagen tridimensional superponiendo dos planos de un mismo objeto. D. Domingo guarda todavía el verascopio, cámara y visor, verdaderas piezas de museo, y diversos recuerdos del científico como condecoraciones, fotografías y un relato autobiográfico.

Las fotografías que publica BAM, reproducidas por Santiago Santos, muestran los interesantes restos que D. Domingo exhumó en las zonas “La Calle” y “La Mesa”, en el curso de unas excavaciones que, dotadas con una subvención anual de 10.000 pesetas (¡Ya las quisiéramos actualizadas, esas cantidades, hoy día!), llevaba a cabo con cuatro o cinco peones —entre ellos su sobrino—, desplazándose diariamente a caballo desde el pueblo —en aquellas fechas contaba 73 años—.

Las imágenes presentan probablemente un poblado tardorromano o altomedieval, en el que se reutilizan elementos arquitectónicos muy notables —basas, fustes, cornisas— de lo que previamente pudo ser un destacable edificio romano, quizá de época imperial. El castro de Irueña, mencionado como Oronia en un privilegio de donación a la catedral y Obispo de Ciudad Rodrigo por Fernando II en 1168, cobra así singularidad entre los poblados fortificados prerromanos de la provincia: carece de frisos de piedras hincadas, muestra una notable riqueza arquitectónica, se encuentra con gran probabilidad dotado de infraestructura hidráulica —se ha documentado recientemente la existencia de una presa aguas arriba del yacimiento, obra que acaso es evocada en un romance popular que narra la condición impuesta por una princesa al moro para contraer matrimonio, de llevar el agua hasta palacio—, y por su extensión, próxima a las 12 Ha., sólo superada en la provincia por la de Salmantica.
 

El castro no se ha visto interesado por actuaciones posteriores y es hoy un denso bosque donde sólo se perciben tramos puntuales del recinto amurallado, las estructuras descubiertas en aquellas excavaciones, muy deterioradas, y el impresionante verraco de granito, dinamitado en los años 30 —D. Domingo y su equipo conocieron a los artífices de tan notable hazaña— con el fin de extraer el “tesoro” de su vientre. Todo ello oculto e invadido por una copiosa vegetación que pone en evidencia su abandono, dulce sueño sólo interrumpido, eso sí bruscamente, por las frecuentes visitas de excavadores clandestinos.
 
Excavación I, “La Calle”. La presencia de piezas romanas reutilizadas es patente, mientras que los elementos funerarios pueden ser adscritos a época tardorromana o altomedieval. La última, D. Domingo, posando sobre la muralla.
 

D. Domingo Sánchez, director de las excavaciones, fue persona de versátil y profunda dedicación a la tarea científica, y además testigo de importantes acontecimientos históricos.

Nacido en 1860 en Fuenteguinaldo en el seno de una familia de modestos labradores, estudia en el seminario de San Cayetano de Ciudad Rodrigo y termina el bachillerato en el Instituto de Ávila. Licenciado en la Facultad de Ciencias de Madrid en 1885, consigue ese mismo año plaza como auxiliar zoológico en Filipinas, embarcándose inmediatamente. Permanece en el Archipiélago —excepto dos breves regresos— hasta 1899, cuando es repatriado tras vivir activamente el sitio de Manila como voluntario. En Filipinas se dedica a la recogida de ejemplares zoológicos, despertándose en él afición por la Antropología y la Medicina, carrera esta última que inicia allí y termina ya de vuelta en Madrid. Fruto de su estancia en aquellas tierras son importantes colecciones de los Museos de Ciencias Naturales y Etnológico de Madrid. Es conservador de ambos centros, se doctora en Medicina y en 1912 entra en el Laboratorio de Investigaciones Biológicas de D. Santiago Ramón y Cajal, de quien es ayudante y amigo hasta su fallecimiento (1934). En 1921 participa con D. Manuel Antón y D. Francisco de Barras en la fundación de la Sociedad Española de Antropología, Etnografía y Prehistoria, de la cual es secretario entre 1927 y 1934, y en cuyo seno contacta con arqueólogos de la época, como Cabré o Morán que, sin duda, le impulsaron a investigar Irueña. Sufre durante toda la Guerra Civil el asedio de Madrid, donde residirá hasta su muerte, acaecida en enero de 1947. Cualificado especialista en análisis microscópicos de invertebrados y, en especial, en el sistema nervioso de los lepidópteros, rinde a la arqueología un pequeño homenaje con sus excavaciones.
Excavación II, “La Mesa”. Obsérvese la reutilización de las piezas arquitectónicas, así como su calidad y densidad, muy fuera de lo común.



La villa de Fuenteguinaldo le dedica una lápida honorífica en la que fue su mansión y, no en vano, ha de mostrarse orgullosa tanto por ser su cuna como por poseer tan notable patrimonio.

Nicolás Benet.

2 comentarios:

  1. Muy señores míos: soy Nicolás Benet, autor del presente articulo que publican. Estoy francamente disgustado porque no hayan tenido ustedes la consideración de ponerse en contacto conmigo, lo que hubieran podido hacer sin demasiada dificultad. Les solicito por la presente que incluyan mi nombre bajo el título de la publicación, y con el mismo tamaño y estilo de letra que éste.También deberá aparecer mi nombre en las etiquetas. Si no es así no tendré más remedio que denegarles la autorización que es requerida por las normas de propiedad intelectual.

    Reciban un cordial saludo

    ResponderEliminar
  2. El artículo está transcrito de la revista BAM y el nombre del autor aparece al final del mismo como en la revista. Atendemos su sugerencia y le pedimos disculpas, lo tendremos en cuenta en la publicación de otros artículos o referencias bibliográficas. En este caso, habíamos considerado que era suficiente citar la publicación y el autor tal como aparece en la misma.
    Un saludo.

    ResponderEliminar